¿DE QUÉ ESCRIBEN LAS MUJERES? 1. Las mujeres escriben
1. LAS MUJERES ESCRIBEN
“No sé si, como consecuencia de ese olvido histórico y consciente, la moda ahora es que las mujeres han entrado en tropel en la literatura como si fueran una turba de bisontes corriendo por las praderas del oeste: a toda velocidad y sin rumbo serio alguno” J.J. Armas Marcelo
Creo que es pertinente comenzar este ensayo diciendo que las mujeres escriben. Siempre han escrito, las que han tenido la oportunidad de aprender a escribir y algo del tiempo robado a las cargas del género para hacerlo, pero quizá nunca como ahora, como hoy en este siglo XXI. El oficio de la escritura ya no es un nicho al que solo pueden acceder mujeres de clase media y clase alta con habitación propia y una renta mensual, aunque definitivamente sería más fácil hacerlo si siempre contáramos con ello. Hemos aprendido con Gloria Anzaldúa a escribir en el transporte público, lavando ropa, en la cocina o incluso en nuestra mente, porque poseemos la firme convicción de que escribir no debe ser un privilegio de raza, género o estatus social, ni siquiera de cierto nivel académico.
¿La precariedad de nuestro entorno vuelve pobre nuestro trabajo literario? Durante siglos se ha asociado la exquisitez o calidad de una obra con el refinamiento de quién la realizó, gracias a ese pensamiento se han despreciado las obras artísticas realizadas en el sur global, como arte de segunda categoría, porque si bien es cierto que muchos artistas crearon en condiciones paupérrimas y sus obras son altamente apreciadas, cada uno de ellos han sido varones y también blancos, con poquísimas excepciones. Walt Whitman, Charles Bukowsky, incluso Gabriel García Marquez, vivieron momentos de precariedad pero nada de eso trae desestima a su obra, sino que incluso les otorga un halo de misticismo a su personalidad y trabajo. Sin embargo pensar en una mujer de la limpieza, en una recepcionista de algún consultorio, en una vendedora, o en una común ama de casa, como una escritora profesional se antoja poco probable y poco antojable para algunas mentes clasistas, misóginas, e incluso, racistas.
Las grandes escritoras de los siglos pasados, que nunca fueron tantas en cantidad como los varones, han sido usadas no como un aliciente para las mujeres que quieren ser escritoras en las Escuelas de Letras ni en los nichos culturales, sino como un filtro para todas las mujeres que no tengan ni su educación, alcurnia, o posición económica. Tal escritora fue estupenda pero venía de un linaje de escritores y grandes pensadores, o obtuvo una excelente educación en renombradas instituciones, o era hija de aristócratas que le proporcionaron los mejores tutores, o desde que nació mostró una genialidad totalmente inusitada; de modo que esas grandes mujeres en la literatura nos fueron presentadas como anomalías, ejemplos inalcanzables, estrellas raras en una enorme galaxia de escritores varones.
Sobre todo, en lo que va de este siglo XXI, las mujeres hemos decidido dejar de escuchar todas esas voces descalificadoras, obviamente influenciadas por las nuevas corrientes feministas, y lo digo en plural ya que las mujeres hemos sido influidas ya no solo por las pensadoras del feminismo blanco y colonialista, sino por voces nacidas en latinoamérica, afroamericanas, chicanas y de las culturas originarias. Mujeres que desde distintas clases sociales, razas y posiciones sexuales, nos hablan de la importancia de escribir, pensar, crear y con ello reescribir la historia de la humanidad desde nuestras letras. En medio de todo este oleaje han surgido no solo escritoras diversas, sino también diversas editoriales, dirigidas por y para mujere,s que nos han brindado la oportunidad de ser publicadas, conocidas y leídas; también se han formado nuevos espacios en donde nuestras voces resuenen a protección de los juicios arcaicos del patriarcado y creando a la vez un nuevo canon, categorías distintas, visiones diversas de cómo debe hacerse, leerse y entenderse nuestra literatura. Así mismo espacios que hasta ahora solo habían sido ocupados por los escritores varones han sido “afectados” con nuestra presencia, parece que hemos invadido todo y con tal fuerza que muchos escritores y críticos se han sentido ofuscados por la marea de nuestra creación, pareciera que las letras de las mujeres han arribado al Olimpo sagrado de la literatura sin ser divinizadas o canonizadas por los dioses, abruptamente, incluso indignamente.
Se nos acusa de no tener calidad, rigor ni disciplina. Se nos acusa de “querer escribir y publicar a toda costa”, como si tocáramos con manos inmundas un tesoro sagrado. Pero lo cierto es que escribir es un derecho humano, que firmar nuestros escritos con nuestro nombre propio a pesar de no tener ningún nombre rimbombante es territorio que ya hemos conquistado y no pensamos ceder, y publicar es un esfuerzo contínuo, arduo, ingrato a veces, que nos obliga a desear más y soñar más y crear más, y ya era hora de que las mujeres deseáramos, soñáramos y creáramos fuera de las cuatro paredes de nuestro hogar.
Este tropel de “bisontas” escritoras no cesará. Desde todas las edades, niñas, jóvenes, mujeres en plenitud y ancianas, seguiremos llenando los campos con todo lo que hemos callado por siglos. Seguiremos leyéndonos entre nosotras, validando nuestro decir y lo asombrosamente plural de nuestras vivencias, aprobándonos, criticandonos, reescribiéndonos, respondiéndonos a nosotras como escritoras mujeres por primera vez en la historia, siendo nosotras las protagonistas y el tema de nuestro pensamiento sobre la literatura; promoviendo las ideas surgidas de nuestras lecturas, creando un nueva manera de abordar los temas que por siglos han sido ignorados, silenciados, o mitificados.
Supongo que para las mentes decimonónicas esto suena atroz, como el tropel de bisontes sobre los campos de rosas frágiles que ellos han sembrado. Las mujeres hemos decidido hablarnos en primera persona, dejar de seguir el ideal maniqueo de los hombres que nos han escrito y mostrarnos en nuestras letras tan caleidoscópicas, contradictorias y brutales como efectivamente somos. Las mujeres escribimos, publicamos y nos reescribimos continuamente. Y no lo dejaremos de hacer.

Comentarios
Publicar un comentario