Las musas no se quejan
Crear espacios para la escritura de mujeres es, por un lado, hacer continuación de un largo recorrido realizado a puño y fuego por nuestras ancestras fastidiadas de que la historia sólo tomara en consideración a la mitad de la humanidad, es decir, a los hombres, excluyendo a las mujeres y destinándolas a un sitio fuera de lo público.
En algún momento hemos escuchado y en el peor de los casos, vivido historias de extrema violencia hacia las mujeres en sus variadas versiones. Las experiencias de la violencia médica han sido generadoras de múltiples prácticas abusivas que van desde tocamientos por parte del médico, pésimos diagnósticos y hasta la muerte. Cantidad de veces la fórmula mágica recomendada para cualquier dolor o padecimiento se traduce en bajar de peso, dormir bien, cuidar la alimentación, sin hacer otro tipo de exámenes que arrojarían -muchas veces- la verdadera causa subyacente y no sólo hacer señalamientos ridículos de tallas y pesos.
La tradición médica sólo ha tenido en cuenta la anatomía de los cuerpos masculinos tomándolos como norma y lo hallado fuera de este es tomado como “atípico”. Han dejado de lado los sesgos en los estudios de los cuerpos femeninos y masculinos, así como en animales hembras y machos.
Caroline Criado Pérez en su libro La mujer invisible, apunta que no se realizan pruebas de laboratorios tanto para enfermedades como de medicamentos así, “el 90% de pruebas en artículos de farmacología son pruebas sólo para hombres y en 2014, otro estudio reveló que el 22% de los ensayos realizados con animales no especificaban el sexo, y de los que lo hacía, el 80% incluían sólo a sujetos macho” [1].
Hay todo un aparato prejuicioso (y capitalista) que sostiene al área médica, realizando tratamientos placebo, haciendo juicios acerca de los cuerpos, de los malestares. Porque estamos de acuerdo en que un dolor de estómago puede significar muchas cosas y las personas no viven el mismo dolor de la misma forma. Por ejemplo, un trastorno gastrointestinal en una mujer puede ser indicador de un infarto o en una niña quizá un cuadro de neumonía. Y no necesariamente -en las mujeres- se trata de un embarazo o ansiedad.
Sin embargo, con mucha frecuencia las mujeres son enviadas a consulta psiquiátrica o psicológica ya que existe la tendencia a creer que sus síntomas físicos se deben a la alta tendencia a padecer alteraciones psicológicas y lo más espeluznante de todo es que, estas praxis misóginas llevan cada día a niñas y mujeres a la muerte.
La
menopausia es otro claro ejemplo de la ausencia de información y la presencia
de la misoginia. Por un lado, porque hay escasísima investigación acerca
de los múltiples síntomas que pueden presentarse durante este momento en la
vida de las mujeres. Y, por otro lado, la ginecología se enfoca más en los
procesos de reproducción o en pseudo-informar sobre la menstruación o métodos
anticonceptivos, es decir, se direcciona hacia la población “joven”.
Así como tantos otros síntomas que se presentan en las mujeres y ya sea por falta de información o formación médica profesional o por la ética huidiza en estos personajes, las consecuencias suelen ser atroces.

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