Neurodivergencias.
-100 mg de venlafaxina.
-600 mg de oxcarbazepina.
-500 mg de levetiracetam.
-100 mg de lamotrigina.
La misma dosis un par de veces más al día, la misma dosis hasta el fin de los tiempos. Doce píldoras diarias es la dosis recetada para poder ser socialmente funcional, doce píldoras son la máscara para salir cada día al mundo y ser aceptada, porque aún en pleno siglo XXI ser neurodivergente es un secreto para dejar oculto en algún rincón de tu habitación.
Neurodivergente y neurodiversidad son dos términos que se acuñaron en los años 90´s con el fin de lograr la inclusión de seres humanos con diferentes funcionamientos neurológicos como el autismo, el TDAH, la dislexia o trastornos como la ansiedad, la depresión mayor o la bipolaridad. Judy Singer, socióloga y activista australiana, fue quien definió el término de neurodiversidad como un sinónimo de “biodiversidad neurológica”, desafiando los conceptos tradicionales de padecimientos neurológicas y psicológicas y definiendo estos y otros padecimientos como una variación natural entre un cerebro y otro.
Para muchos, estos términos pueden parecer un simple eufemismo para evadir la realidad de vivir con un padecimiento neurológico o psicológico. Incluso parte de la comunidad médica cuestiona su uso, argumentando que podría minimizar las repercusiones de la sintomatología que sufren quienes padecen estos trastornos. Pero, ¿acaso los que padecemos algunos de estos trastornos no merecemos autonombrarnos de una manera más amable?. ¿Es realmente cuestionable usar una palabra que busca visibilizar y empatizar con un gran sector de la sociedad que sigue siendo estigmatizado?
Según el sitio web Neurodivergent Network, tan solo en México alrededor de 19.5 millones de personas somos neurodivergentes, esto es aproximadamente el 15% de la población total del país. De estas cifras, se estima que alrededor de 9 millones somos mujeres, siendo esta última una cifra bastante cuestionable ya que es bien sabido que muchas mujeres son mal diagnosticadas en comparación a los hombres.
La Australian Psychological Society resalta tres factores por lo que las mujeres suelen recibir diagnósticos psicológicos o neurológicos incorrectos:
1.- Estereotipos de género: Comportamientos que en un hombre podrían ser considerados indicativos de una conducta neurodivergente, en una mujer son ignorados mientras se cumpla con el estándar de un comportamiento socialmente aceptable. Además, muchas mujeres internalizan sus síntomas para encajar en estos estereotipos de género, tratando de evitar así un mayor rechazo por parte de la sociedad.
2.- Presentación de síntomas diferentes entre hombre y mujeres: Debido a lo mencionado anteriormente, muchos de los síntomas de un trastorno no son visibles en mujeres o tienden a ser minimizados, lo que puede llevar a malinterpretaciones.
3.- Criterios de diagnósticos basados en hombres: Gran parte de los estudios para establecer los criterios de diagnósticos de condiciones neurodivergentes se han realizado en hombres, por lo que aún en la actualidad se conoce poco cómo estos se presentan en mujeres.
Cualquier mujer que ha decidido a tratar su condición neurodivergente ha pasado por años, muchos años hasta llegar a un diagnóstico adecuado. Ha consultado a muchos, muchos psicólogos, psiquiatras y neurólogos para encontrar el adecuado. Ha probado una gran cantidad de medicación buscando aquella que ofrezca los mejores resultados y cuyos efectos secundarios le permitan llevar una vida lo más llevadera posible. Y, claro, en más de una ocasión ha tenido que enfrentarse a la violencia médica. Violencia médica como cuando llegas a una sala de urgencias con una crisis de ansiedad, cuando te llevó años ser diagnosticada y aún así el médico te renombra como histérica, sí, HISTÉRICA, ese término que se eliminó del DSM desde 1980, pero claro, eres mujer, ergo, tienes histeria.
Porque, cuando eres mujer no solo llevas la carga de tu padecimiento, sino también saber que el ser nombrada como loca o desquiciada más que un diagnóstico es el adjetivo despectivo para recordarte que ser una mujer neurodivergente te hace doblemente “incapaz” de habitar este mundo.
Por esto, nombrarse y reconocerse como neurodivergente no es solo utilizar un término popularizado en los últimos años, es parte de una lucha para demostrar que, al final de cuentas, solo somos seres humanos diferentes luchando cada día por ser parte de la sociedad, por ser merecedores de una vida digna, por ser tratados simplemente como humanos.

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