Cosas que importan
Creo que varias personas que lean este texto habrán escuchado o leído a/de
Clarissa Pinkola, uno de sus libros más reconocidos es Mujeres que corren
con los lobos, el cuál no he tenido la oportunidad de leer y aquí comento
un poquito el porqué.
Hace tiempo y no recuerdo quien, me recomendó leer a Pinkola, como es mi
costumbre, busqué algo de información sobre ella y la deseché de inmediato
porque la describían como psicoanalista junguiana. Fue mi primer prejuicio
hacia ella, por una formación psicoanalítica bastante terca que recibí y luego,
por mi cuenta también fui elaborando una idea propia de la propuesta junguiana,
la cual terminó de (no) cuadrar cuando leí acerca de la maravillosa
Sabina Spielrein[1].
Bueno, el punto al que quiero llegar y gracias a que me deshice de falsos
héroes, maestros del psicoanálisis o como quieran llamarle, he tenido la
grandiosa oportunidad de encontrarme con mujeres poetas, cuentistas,
novelistas, psicoanalistas, filósofas, artistas, etcétera, quienes han
proporcionado, cada una desde sus creaciones, lugares a los cuales puedo ir sin
temor y que, definitivamente el mundo que ellas describen es más parecido al
mío, logrando identificarme con varias de ellas o quizá con todas de alguna u
otra manera. El mundo no es visto de la
misma forma por varones y por mujeres. Es mucho más bello el de las mujeres, pero,
sobre todo más real, más poderoso, aunque muchas veces, más doloroso también.
Regreso a Pinkola. Pasaron varios años y en la insistente construcción de
una biblioteca meramente hecha por mujeres, buscando qué leer, encontré a Clarissa,
aún sin hacer el lazo con el texto anterior, compré El baile de las mujeres
sabias. Lo recibí. En cuanto leí la solapa, hice de inmediato el click
con aquella cosa junguiana y volví a dejar el libro. No es mi intención
hablar de ese psicoanálisis ni de ningún otro propuesto por varones. Es un
hecho mi imposibilidad de separar la obra del autor y cuando se trata de estos
personajes ¡bueno!
Tuvieron que pasar nuevamente algunos tiempos, algunas situaciones, y en el
camino coincidí con mujeres realmente sabias y maravillosas: madres, hermanas,
primas, escritoras, estudiantes, poetas, parteras, pedagogas, diseñadoras,
artistas, psicólogas, psicoanalistas, feministas, cantantes, tejedoras,
curanderas, esposas, doctoras, en fin… todo eso que hacen, que hacemos las
mujeres.
Y es que, en este Baile de las Mujeres Sabias, Clarissa Pinkola nos
escribe, nos lleva por un camino en el que sólo estamos nosotras,
acompañándonos y eligiendo obedecer a los instintos de nuestras almas. Habla de
nosotras y para nosotras. El texto enterito me resonó muy fuerte sobre todo
desde que escuché decir a la escritora -y amiga mía- Débora Hadaza: “los
hombres han escrito mucho de las mujeres, pero escriben sobre cómo debemos ser”.
Y ha sido así. Escriben o “investigan” cómo deben o como creen ellos que tienen
que ser las madres, las esposas, las adolescentes, las niñas -teniendo como
punto de partida el falo- desde ahí, todo está mal. Y nos hemos perdido entre
tanta palabrería disfrazada de sabiduría.
Las mujeres han creído en la tierra, han nacido de ella y es a través de la
tierra y su fuerza que las mujeres han sostenido su sabiduría por siglos, a
pesar del intento de muchos por hacer desaparecer esta energía, dice Clarissa “la
fuerza vital de una mujer solo la pueden explicar la poesía, la danza, la
pintura, la escultura y otras obras de arte terrenales, el teatro, la
decoración, los inventos, la escritura apasionada, el estudio de los libros y
de los sueños […]”.
Dentro de estas páginas también se salvaguarda el maravilloso momento que
se da cuando dos (o más) mujeres se unen para -hablar de los asuntos que
importan de verdad-.[2]
Me parece que la relevancia de esta
lectura es también defender los espacios de nosotras, los espacios que durante
tantísimo tiempo se nos han negado y no sólo en lo físico sino también dar
espacio a nuestra intuición, a esas herramientas que se vuelven mágicas al entrar en contacto
con la otra, como una sopita, un tecito de manzanilla pa’ casi cualquier mal o
miel, limón y mezcal; el olor de las
cocinas de nuestras madres o abuelas o de nuestra cocina, las maneras que
tenemos de escuchar, de acompañar a
quien lo requiere, todo eso que nos conforma como mujeres y durante mucho
tiempo lo hemos y nos lo han minimizado.
Mujeres de alma, espíritu y conciencia, herencia de nuestras abuelas, de
mujeres sabias que nos han acompañado, de las comadres que nos hemos encontrado,
no quiero dejar pasar la definición que hace Clarissa acerca de ellas -dice- “Comadre”
es una palabra que significa, más o menos “soy tu madre y al mismo tiempo tú
eres la mía”. Se utiliza para describir la relación cercana entre mujeres que
se cuidan, se escuchan y se enseñan entre ellas cosas en las que el alma
siempre está presente. A veces, incluso hablan de ella o con ella directamente[3].
Por supuesto no tengo más prejuicio del pensar, escribir o sentir de esta
mujer, y me emociona en estos momentos estar a la espera de su otro escrito.
No sé si escribiré algo al respecto, lo que sí sé es que ha sido muy valioso
y emotivo este encuentro, comadrita Pinkola.
**Clarissa Pinkola es hija biológica de padres mexicanos. Ha pisado estas
tierras, vino al Istmo de Tehuantepec.
***La imagen que acompaña este texto es de la ilustradora oaxaqueña @Montserrat
Turqueza.
[1] Richebächer,
Sabine. (2008) Sabina Spielrein. De Jung a Freud.
[2] Así escribe Clarissa Pinkola en las
páginas 14 y 15 sobre este encuentro entre “comadres”.
[3] La definición se encuentra en la parte de
Notas en la página 135.

Comentarios
Publicar un comentario